Agua
¡Ya
me voy! -Les dije-
Todos sonrieron y agitaron suavemente sus manos diciéndome adiós.
Afortunadamente nadie lloró demasiado.
Envolví cuidadosamente mi
aprendizaje en una seda blanca por si en el camino me surgían dudas; la paz de
la realización la vacié en un bote azul con el espacio preciso, para que no
apareciera la exageración cuando se me preguntaran mis logros; en la cartera
guardé escritos cinco consejos de
ancianos, por si alguien me pedía saber sobre la dificultad de vivir; encerré
dentro del corazón tres recuerdos de amor verdadero, hondo, del alma, para aquel
que me cuestionara lo eterno; eché dos suspiros sinceros y profundos en frascos
de cristal por si necesitaba aliviar el impacto; me unté media pizca de risa en
el rostro por si el llanto aparecía ante la partida; bebí un chorro de valentía
para dar el salto. Cerré los ojos y en esa cama vi dentro de mí viajes, personas,
animales, espacios, ciudades, luchas, historias, hechos, canciones y
sensaciones y en un instante, después de haber mirado hacia atrás, llegué aquí.
No quiero arruinar el relato explicando qué hay después de cruzar el umbral de luz.
Costumbres en vida sugieren que no hay un final total. Por ejemplo, en México,
se colorea a la muerte y se festeja como si estuvieran seguros de que existe
una eternidad y por lo tanto, no cabe la tristeza del adiós definitivo.Varios tienen razón sobre la
existencia de una infinitud en la cual, todos los tiempos son posibles:
Hace siete días era un anciano que estaba en una cama partiendo previo al día de muertos. Ayer, era un niño que en el panteón contemplaba la ofrenda con mi nombre de la mano de mi madre. Hoy, escribiré desde mi nuevo traje de piel la verdad de lo que, en vida sobre la muerte, nadie sabe.
Todos sonrieron y agitaron suavemente sus manos diciéndome adiós.
Afortunadamente nadie lloró demasiado.
Sal
Veladora
Hace siete días era un anciano que estaba en una cama partiendo previo al día de muertos. Ayer, era un niño que en el panteón contemplaba la ofrenda con mi nombre de la mano de mi madre. Hoy, escribiré desde mi nuevo traje de piel la verdad de lo que, en vida sobre la muerte, nadie sabe.