Debajo del árbol navideño vi un sobre.
Mi carta había sido leída y había una respuesta. Algo dentro de mí se
regocijaba con la sorpresa de la imposibilidad.
Abrí lentamente el sobre, las manos me
sudaban.
En el papel podía leerse en letras
doradas un mensaje que decía:
“Te has portado como se debe, por eso, te dejamos un obsequio:
pide lo que quieras”.
¡Mi regalo era un deseo para ser
cumplido!
Pasé un día pensando en qué pedir...
Cuando tuve certeza de lo que quería,
tomé el sobre para leer las instrucciones de uso y activar mi deseo, pero algo
pasó; en la hoja había un letrero que había aparecido y tomado el lugar del
anterior, escrito en letras pequeñas el aviso decía:
“Aquel deseo que viene del corazón no requiere tiempo para
pensarse; esta oferta es válida por el tiempo en que el cuerpo ejecuta 30
latidos, después de este lapso, queda anulada la posibilidad de cumplir
anhelos, imposibles, placeres y sueños. Cualquier queja y sugerencia podría ser
atendida al siguiente año si se porta como se debe”.
Me quedé en silencio. Miraba
constantemente el papel buscando el otro mensaje. No lo creía. Observaba y
buscaba algo que ya no estaba pero que deseaba con infinitas ganas, estuviera.Sólo pensaba en que yo no sabía qué
pedir...es decir, no esperas recibir ese tipo de cosas y cuando llegan, pues, es
que, cómo se puede hacer, sin que...en fin.
He dejado otra carta y espero que el
siguiente año me visiten; de menos, que recojan mi sugerencia sobre el tiempo
óptimo para pensar en un deseo.